En el complejo entramado político argentino, las luchas internas y las ambiciones desmedidas suelen desdibujar los ideales que dieron origen a los partidos. Recientemente, el enfrentamiento entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich ha desnudado las verdaderas motivaciones que imperan en el seno de Juntos por el Cambio: el control del poder y el dinero.
La pelea entre Macri y Bullrich por la influencia sobre Javier Milei y el manejo de las cajas, ha expuesto el trasfondo de una alianza que, en teoría, debía representar una alternativa sólida al kirchnerismo. En esta disputa, Bullrich salió vencedora, pero a un alto costo. Para lograrlo, no dudó en aliarse con aquellos que más la han maltratado políticamente, entregando así la poca dignidad que le quedaba.
Cuando el dinero y el poder son los que marcan la agenda, los principios y la integridad se vuelven cuestiones marginales. Este triste espectáculo ha hecho que Juntos por el Cambio y el PRO pasen a ser historia, no por sus logros, sino por sus traiciones y divisiones internas.
Mientras tanto, la atención de estos dirigentes no está puesta en las necesidades del país, sino en sus propios intereses. En un juego de poder que se asemeja más a una novela de intrigas que a un proyecto político serio, han descuidado la responsabilidad que tienen con la ciudadanía. Esto no solo debilita a la oposición, sino que también abre la puerta para que el kirchnerismo/peronismo, con sus viejas tácticas y renovadas energías, encuentre nuevamente un espacio para rearmarse y regresar al poder.
La política argentina necesita, más que nunca, dirigentes que pongan el bien común por encima de sus ambiciones personales. La actual situación es un recordatorio de que, sin una visión clara y unida, cualquier proyecto está destinado a la fragmentación y al fracaso.
Marcelo Moreno / Formosa24